jueves, 2 de agosto de 2007

La caja de habanos


Seis de la mañana. Se accionó el despertador, sin embargo él ya estaba despierto. Cuando estaba nervioso por algún compromiso pendiente o alguna situación que debía superar, no precisaba despertadores, era su reloj interno que tenia alarma que le sonaba con ruido de ansiedad la que lo desvelaba.

La hora de prepararse para ir a trabajar había llegado, siempre se levantaba a las seis y media pero hoy iba a ser su primer día como jefe de recursos humanos en la empresa en la cual trabajaba. Decidió desafiar la rutina, y fue derecho a la cocina a en busca de un vaso de agua para saciar esa sed provocada por esa tensión que corrió por sus axilas durante la noche , tenia esa sensación de que su vida iba a cambiar, hasta su forma de levantarse, era probable que no fuera una sensación, sino un deseo.

Ocho y media. Entro a la empresa con una de esas sonrisas que se confunden con expresiones de tristeza, pero era evidente que era una mueca producida por la alegría de su ascenso laboral. Saludo al calvo guardia de seguridad y se dirigió al ascensor, ahí se encontró con Maria Elena ella venia del subsuelo donde se encontraba el estacionamiento. Se repudiaban mutuamente. Y más ahora ya que él había obtenido el puesto de trabajo que ella deseaba. Se miraron dos segundos, con los ojos cuasi cerrados forzadamente, con la mirada de alguien que trata de distinguir algo. No era eso, era una mirada con promesa de venganza.

Quince minutos más tarde le muestran su nueva oficina. Se propone trasladar su pertenecías a la cajonera nueva, luego hacer una limpieza general. Quería que todo este bien desde el principio, era organizado, tan organizado como supersticioso. Comenzó a acomodar unos libros en un pequeño estante que adopto función de biblioteca, estaba concentrado y contento a la vez, todo marchaba bien...

Tocaron la puerta, dejó lo que estaba haciendo, se acerco a la puerta y dijo:

- Adelante, con voz muy segura.

Era Maria Elena, era una visita inesperada, ya que laboralmente no tenían ninguna relación, y menos ahora que ocupaba otro puesto. Ella entro, irrumpió con aires histéricos , y le dijo con voz rencorosa:

- Hijo de puta me las vas a pagar. Acto seguido ella entro y cerró la puerta con llaves.

Estaba desconcertado, no podía dejar de pensar en algo sexual con ella. Esta irrupción desesperada y de la sensación de privacidad le hizo pensar en una fantasía erótica casi incompatible con el trato que llevaban.
Ese desconcierto termino, junto con su fantasía. Era imposible que algo así sucediera. Ya en sus cabales, le pareció ilógico. En sus adentros se dijo: me insulto, no creo que me este sugiriendo nada sexual.

Ella prosiguió: - No te voy a ver nunca más, te van a despedir. Él la miraba asombrado. Descartó totalmente la fantasía sexual , se empeño en responder, pero no pudo.

Involuntariamente él pregunto: -¿Qué mierda queres yegua?.

Sin prestar atención a su pregunta ella comenzó a arrancarse la blusa. Llego a creer que su teoría de la fantasía sexual no era tan descabellada. Todo volvió a deslucidarse cuando ella emano un grito:

. ¡Ayuda, ayuda por favor!. Mientras insistía con su blusa. Ahora estaba rasgando sus medias.

El quedo perplejo, entendió el objetivo de ella. Primero pensó en sacarle la llave y abrir, escapar de esa situación y luego explicarle a sus colegas lo que ella trataba de hacer. Lo descarto, le pareció arriesgado porque cabía la posibilidad de que le creyeran a ella. Siguió inmóvil a un metro de Elena, mirándola como gritaba y se maltrataba la ropa.

Tenia que resolver esto de manera inteligente. Se dirigió al escritorio, abrió el segundo cajón, destapo la caja de habanos que le había regalado un compañero de la empresa a modo de felicitación por su nuevo puesto. Se acomodo en la silla de oficina que mas bien se parecía a un sillón individual, apoyo los pies sobre el escritorio, ya no estaba perplejo, se hallaba tranquilo. Prendió un habano y lo comenzó a fumar. Maria Elena seguía haciendo escándalo. Durante un minuto estuvo pitando de ese habano, no tiraba la ceniza, lo fumaba con mucha serenidad , como si el contexto fuera una playa caribeña y no una mujer gritando en su oficina.

De repente la puerta fue derribada, eran dos policías, mas atrás el calvo encargado de la seguridad y todavía mas atrás todos los compañeros de trabajo fisgoneando para ver que era lo que ocurría. Él no se inmuto, ella llorando como alguien que experimenta la peor humillación dijo: - ¡ Se abuso de mi!

A lo que el respondió: - Oficial ¿como es posible que yo le haya roto la ropa sin que se caiga la ceniza de mi cigarro?




© Julián Sosa

6 comentarios:

mArI... dijo...

querido!! muy bueno lo que acabo d eleer! no sabia que tenia un vecino escritor y menos que peuda concentrarse con los gritos d elas vecinas que comparte pared con pared. jaja bateria+guitarra o bajo+ y ahora escritor= grosoo
un gusto estandote conociendo!! recien ahora hace como 8 ñaos que vivo aca y siempre un tipico HOLA QUE TAL!!! barrio de gente mayor! jaja
beso juli...

mArI...

Anónimo dijo...

juli! amigo me gusto mucho lo que lei no sabia tu lado oculto de escritor, me gusto el final muy ingenioso
besos

flor

Anónimo dijo...

Poeta eso sos.... es increíble juli..q te tuve tanto tiempo al lado mio y jamas pude descubrir a este tipo tan culto..tan filosofo..tan artista!

te felicito julis...literalmente sos admirable...

besos grosoo!

Anónimo dijo...

HOLA HERMANITO , QUE BUEN FINAL!!
MUY INGENIOSO ZORRITO!!!!
TE QUIERO Y SEGUI ESCRIBIENDO QUE TE SALE MUY BIEN AGUS

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

este es un relato muy bien contado y con unremate de lujo al final felicitaciones y segui escribiendo