viernes, 5 de diciembre de 2008

Agua, cielo y arena; transición cíclica.

La nube blanca, la confusión fugaz, la sal impaciente que ocupa los poros, y el agua que desborda infinita cuando abro los ojos y salgo del mar. Agua una vez más me atraviesa. Que parece nacer y morir, congelarse y derretirse, evaporarse. Irse y caer. Deprisa y lenta. Siempre. Mis manos corren involuntariamente a mis ojos y friegan con desesperación disimulada. Recuerdo mi toalla azul, cuando era pequeño. Veo a mi madre. Tengo jabón en mis ojos y le imploro que me de mi toalla y la abrazo como si cargara con unos de los problemas más fuertes de la vida, el jabón en los ojos. El recuerdo se va, el ardor también.
El sol me da en la cara, mi piel caliente, desnuda y rojiza camina hacia la masa ocre que marca marcar el tiempo. Arena del sur.
Estoy tranquilo, no tengo frío. Hace tiempo que no tengo un lugar fijo. Y todavía me pregunto cual será el próximo. Me pregunto si quedará algo en la nevera , pero en realidad no me importa. Me pregunto: ¿por qué me pregunto si no me importa?. Me pregunto ¿por qué siempre pregunto?, pero tampoco me importa. Paro y pego la mirada en el cielo. Esta demasiado celeste y despejado como para preguntas. Mejor guiarse en él que ahí está todo. Los vacíos y las respuestas. Solo hay que aprender a mirarlo. El primer paso es no hacer caso a las preguntas inútiles.
Se desvanece mi cara en la arena , yace mi cuerpo ante el sol abrazador. Entro en el juego placentero de lo onírico, ese programa perfectamente armado para generar mas incógnitas acerca de nuestro propio ser, y saber que estamos vivos solo por que hay algo que buscar; algo que dejar, pero que nunca se sabe que es lo que es . Veo un agujero negro, veo un sin fin, donde no hay palabras, donde ni siquiera hay agua ni arena, es inexplicable, quizás más profundo que lo infinito. Veo ese juego que suelo olvidar cuando abro los ojos.
La tierra da medio giro y ni las mil cachetadas del viento me despiertan. El sol casi no está y comienzan las palmeras a danzar. La frente que antes era celeste ahora es naranja y se esconde entre cejas rosas. La arena abandonó su color y ahora con la noche es un poker de grises que brilla por sutil. El agua ahora tiene el color de aceite de motor y aunque no supiera su temperatura juraría que está fría. Está muy calma, Siento que floto, abro los ojos y ...
Una nube blanca...
Aires, Aires de cambio. Buenos Aires.

Barcelona, 2 de Diciembre de 2008. A un año de mi partida.
© Julián Sosa ¬

2 comentarios:

porlosporos dijo...

hermoso. a esta altura, es importante volvernos cada día un poco más sabios, y saber que como cuando éramos niños, cada momento sirvió para aprender algo.
abrazos existencialistas desde el sur.
amigo.

Cris dijo...

Me encantó...feliz regreso a tu tierra y al reencuentro con los tuyos!!! Che y encima será verano...si la situación en Asia sigue asi asa, quizas me tengas x alla en un mes, jajajajaj Cris en B Aires boludooo!

un besazo